Sincelejo nunca progresará ni las empresas pondrán sus ojos en esta tierra mientras sus habitantes sigan viviendo en carne propia la tortura de no tener agua. Una ciudad que clama por el líquido vital, pero que lo único que recibe son excusas, contratos oscuros y promesas electorales que jamás se cumplen.

La gente está cansada. Ya son más de 15 días sin agua en varios sectores, y mientras tanto, en plena época electoral, aparecen los mismos de siempre ofreciendo soluciones que en décadas no han podido dar. ¿Casualidad? No. Es el libreto repetido de la política barata que se aprovecha del dolor ciudadano.

El trasfondo de este drama se remonta a la decisión del entonces alcalde Andrés Gómez Martínez, quien entregó en bandeja de plata la continuidad de la concesión con Veolia por 20 años más. A cambio de una supuesta inversión de 148 mil millones de pesos, los sincelejanos quedaron condenados a seguir pagando tarifas altas, recibiendo agua una vez cada cinco días en la madrugada y aguantando la mala prestación de un servicio que debería ser un derecho fundamental, no un lujo.

Las protestas no se han hecho esperar: llantas quemadas, calles bloqueadas y una ciudadanía indignada que ya no cree en nadie. Mientras tanto, la empresa francesa sigue facturando y los políticos locales callan o intentan disfrazar el desastre con discursos de campaña.

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Lo más grave: la ampliación de este contrato se hizo entre sombras, sin transparencia ni verdadera participación ciudadana. Hoy, los sincelejanos viven con la frustración de ver cómo sus necesidades básicas se negocian como si fueran un negocio privado más.

La gran pregunta es: ¿esto es realmente un problema de operación o es una estrategia fríamente calculada para manipular a la gente en tiempos electorales?

Lo cierto es que la sed de Sincelejo es real, dolorosa e inhumana. Y mientras los políticos juegan, la ciudad se hunde en el atraso y el abandono.